Fortaleza para soportar la soledad
12:45La soledad es una de las experiencias más dolorosas de la vida. Puesto que Dios nos creó para relacionarnos, la falta de compañía puede ser muy angustiosa. Es probable que en algún momento, todos hayamos luchado con sentimientos de aislamiento. Es especialmente difícil cuando estamos atravesando una situación penosa, y no hay nadie que pueda darnos ánimo.
Lo que queremos en ese momento es compañía, apoyo y aliento, para que nuestro dolor emocional se vaya. Pero, a veces, la situación persiste, y el aislamiento parece que seguirá para siempre. En momentos así, necesitamos fortaleza para soportar.
¿Sabía usted que Dios puede usar la soledad? A veces, Él la permite para desarrollar el carácter divino en nosotros, enseñarnos a depender de Él, y llevarnos a una relación más estrecha con Él. Cuando estamos solos y otros no pueden o no quieren ayudarnos, Él es quien nunca nos deja.
El apóstol Pablo conocía el dolor de la soledad. Después de muchos años de fiel servicio al Señor, fue a parar a una prisión en Roma. Su última carta a Timoteo nos da una idea de su actitud durante los últimos días de su vida terrenal.
A pesar de que se había entregado al servicio a los demás, Pablo estaba solo al final de su vida; solamente Lucas lo acompañaba (2 T 4.9-16.). Demas, uno de sus primeros compañeros, lo había abandonado, y otros colaboradores se habían mudado. Y tristemente, en su primera defensa ante el tribunal romano, Pablo dijo: "Nadie estuvo a mi lado, sino que todos me desampararon" (v. 16).
Pero no espiritualicemos a Pablo. Si lo convertimos en un "supersanto", no veremos las maneras como Dios obró en su vida, ni tampoco cómo puede hacerlo en nosotros. Pablo era de carne y hueso, con debilidades humanas. Luchó con sentimientos, frustraciones y dificultades.
Pablo experimentó la soledad de muchas maneras. Extrañaba la compañía de quienes amaba, y sentía el dolor de haber sido abandonado por Demas. Las limitaciones y las privaciones de su vida en la cárcel aumentaban su sensación de aislamiento. Ya no era libre para hacer lo que más amaba: ir a todo el mundo para anunciar el evangelio, plantar nuevas iglesias, y discipular a las personas. Y conforme avanzaban los días, él sabía que su muerte era inminente.