¿Por qué tantas religiones?
8:46
Para aquel que cree en el único Dios, en definitiva sólo hay dos actitudes posibles: la que dice: –Haz lo que es agradable a Dios y en compensación recibirás la bendición que él te deberá dar; y la que dice lo contrario: –Empieza por recibir lo que Dios quiere darte y luego podrás hacer lo que le debes.
La primera es la religión del hombre: «doy para que des»; la otra se apoya únicamente en la gracia divina, que da sin exigir nada a cambio.
Cuando comprendo que Dios juzgará toda mi vida, procuro hacer lo que a mi parecer debe agradarle: buenas obras asociadas con práctica religiosa. Y me imagino que el bien que quiero hacer compensará el mal que he hecho, ¡o que por lo menos moverá a Dios a la indulgencia! Este razonamiento es erróneo desde el principio.
El bien nunca compensará el mal. Por mis méritos nunca podré alcanzar la santidad que conviene a la presencia de Dios.
Pero la Biblia invita a aquel que se reconoce pecador ante la santidad de Dios a recibir gratuitamente su perdón. Para darme la vida, Dios se valió de su autoridad de Creador. Para ofrecerme su justicia, dio a su propio Hijo a fin de que cargara con todos mis pecados. Sólo debo aceptar su gracia y recibir a Jesús en mi vida.
Después me siento impulsado a obedecerle y a hacer el bien, no como un deber, sino como un privilegio.
La primera es la religión del hombre: «doy para que des»; la otra se apoya únicamente en la gracia divina, que da sin exigir nada a cambio.
Cuando comprendo que Dios juzgará toda mi vida, procuro hacer lo que a mi parecer debe agradarle: buenas obras asociadas con práctica religiosa. Y me imagino que el bien que quiero hacer compensará el mal que he hecho, ¡o que por lo menos moverá a Dios a la indulgencia! Este razonamiento es erróneo desde el principio.
El bien nunca compensará el mal. Por mis méritos nunca podré alcanzar la santidad que conviene a la presencia de Dios.
Pero la Biblia invita a aquel que se reconoce pecador ante la santidad de Dios a recibir gratuitamente su perdón. Para darme la vida, Dios se valió de su autoridad de Creador. Para ofrecerme su justicia, dio a su propio Hijo a fin de que cargara con todos mis pecados. Sólo debo aceptar su gracia y recibir a Jesús en mi vida.
Después me siento impulsado a obedecerle y a hacer el bien, no como un deber, sino como un privilegio.